Morona Santiago, hipertensión crece entre jóvenes shuar
De cada 20 pacientes que llegan al área de medicina interna del Hospital General de Macas, en Morona Santiago, 11 tienen hipertensión. Más de la mitad de ellos es del pueblo Shuar y la causa, al parecer, es una mezcla de factores genéticos y cambios en su dieta.
“Pese a que tienen un consumo excesivo de carbohidratos no hay índices de obesidad. Lo que nos llama la atención es que la mayoría necesita tres y hasta cuatro fármacos para controlar su presión arterial y otras complicaciones”, explica el médico internista Juan Pablo Román. El diagnóstico suele estar asociado a elevados niveles de colesterol y de triglicéridos.
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Luis Nawech confirmó que los casos de hipertensión han aumentado. El presidente de la Federación Interprovincial de Centros Shuar, que representa a 500 comunidades de Morona Santiago, Pastaza y de la Costa, dice que cada vez hay más casos en la población joven, de entre 28 y 30 años.
El giro que ha dado la alimentación ancestral debido a la occidentalización es para él uno de los motivos. En la dieta tradicional shuar predominaban la yuca, el plátano, las aves de campo, el pescado y frutas del territorio, que han empezado a desaparecer.
“Ahora se toma cola, muchos dulces, pollo balanceado, sal refinada, cuando antes usábamos nuestra propia sal, que salía de la tierra. Mucha gente ha cambiado su forma de vida y esto afecta al cuerpo”.
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Usar la radio es una de las estrategias para hablar de nutrición y enfermedades crónicas, como la hipertensión. Es el medio con mayor alcance en la zona, por el cual se transmiten las voces de médicos con la traducción de los técnicos de atención primaria.
Los técnicos son nativos, preparados por el Ministerio de Salud Pública (MSP) para controles básicos. Sin embargo, no todas las comunidades cuentan con ese personal.
Nawech reconoce que la medicina ancestral es la principal alternativa ante el difícil acceso a fármacos por el desabastecimiento. Por eso recurren a hierbas, a la sangre de drago y al chuchuguazo, una corteza que en pequeñas dosis funciona como analgésico. “Nos curamos con lo que tenemos”.
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El tratamiento convencional puede estar a cuatro horas de camino o más. Las carreteras -donde las hay- han causado un doble efecto: aunque necesarias, su mal estado frena el rápido acceso a los servicios sanitarios; también los han conducido a cambios en su salud.
“Es epigenética”, explica una médica del cantón Taisha, en Morona Santiago. “Genéticamente, por sus ancestros, están diseñados para comer menos carbohidratos y tener más actividad física. Pero cuando llegaron las carreteras, las especies que cazaban se apartaron y la pesca también decayó; y se volvieron más sedentarios”.
Para demostrar el impacto de la enfermedad, los médicos locales proponen analizar las atenciones de distintos pueblos originarios en los últimos años, aunque desde 2020 las cifras bajaron por la pandemia del covid.
La comparación más cercana es con la comunidad Achuar, que por sus condiciones de aislamiento tiene un menor impacto de enfermedades crónicas.
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En Ecuador se calcula que entre un 30 y 35% de la población adulta desarrolla hipertensión a partir de los 45 años. La obesidad y el sedentarismo son los detonantes más frecuentes, pero el cardiólogo Ernesto Peñaherrera agrega los factores sociales.
La falta de recursos influye en dietas poco adecuadas, pese a que se pueden conseguir frutas y verduras a bajo costo. Y según el especialista, solo el 40% de hipertensos sigue controles habituales, como lo indican las estadísticas globales. Los shuar suelen acudir a los hospitales cuando la enfermedad ha avanzado.
Sobre otros grupos étnicos en riesgo, Peñaherrera recuerda que hace 20 años científicos italianos realizaron una investigación en Esmeraldas y los resultados coincidieron con otros estudios en pueblos afroamericanos.
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“Hay niveles más altos de presión arterial en poblaciones jóvenes, que inciden en problemas de insuficiencia renal, infartos, accidentes cerebrovasculares. El control es bajo y eso eleva la mortalidad en este grupo”.
La adherencia a un tratamiento que debe mantenerse de por vida es otro obstáculo. Antes de la pandemia se había avanzado en la aceptación de los fármacos por parte de los pacientes shuar y ahora los médicos replantean sus estrategias para lograrlo.
Algunos toman la medicación temporalmente, hasta que los síntomas desaparecen; luego ocurren las recaídas. Este patrón se repite en otras comunidades rurales del país.
El 60% de los pacientes del área de cardiología del Hospital José Carrasco Arteaga, del IESS en Cuenca, tiene hipertensión. El cardiólogo Javier Ruiz explica que, si bien la mayoría es de zonas urbanas, el campo puede enmascarar más casos.
“Hay pacientes de áreas rurales que son detectados de forma casual, por valoraciones para cirugía o en consultas generales. En las grandes ciudades hay más incidencia porque hay más atención; las comunidades rurales no la tienen”.
El Hospital de Macas prepara un protocolo de atención integral a los shuar, que incluirá controles renales. El internista Román dice que han detectado pacientes con niveles extremos de glicemia, sin síntomas pero con un elevado riesgo de fallo renal.
Reportaje: Elena Paucar / Diario El Comercio
Fotografías referenciales: Ministerio de Salud Pública
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